Santiago Gamboa habló con SinEmbargo sobre su más reciente novela, una “radiografía del presente” colombiano, en donde tienen lugar todos los grandes males de este país y los cuales tendrán que desentrañar la periodista Julieta Lezama y su colaboradora Johana Triviño. En la plática, el escritor colombiano también compartió sus apreciaciones sobre el Gobierno entrante de Gustavo Petro, de quien dijo “está expresando un anhelo de liderazgo regional”.
Ciudad de México, 14 de agosto (SinEmbargo).– Santiago Gamboa retrata en Colombian Psycho (Alfaguara) una serie de problemas que vive en la actualidad Colombia, y que convierten a esta novela negra en una “radiografía del presente” en la que están “todos los grandes males que han aquejado a la población y a la sociedad colombiana en los últimos años y que tienen que ver con la corrupción, con la violencia, con la trampa, con la mentira”.
Pero en esta historia, Gamboa también buscó mostrar "un poco la vida de la sociedad en la que en el fondo la mayoría de la gente es buena", de esas personas que se levantan temprano, van a trabajar, pagan sus impuestos, sus facturas, respetan la Ley, “viven con una cierta resignación algunos, otros con cierta mística, pero hacen las cosas bien, lo que pasa, claro, es que los malos son menos, pero hacen más ruido y esto pasa un poco en todos los países de América Latina, en general es una constante en cualquier sociedad”, comentó en entrevista el autor.
Para ello recupera a la periodista Julieta Lezama, una cronista que ahonda con su pluma en la violencia que asola a los diferentes rincones colombianos, quien junto a su colaboradora Johana Triviño, una exguerrillera desmovilizada de las FARC, y al Fiscal Edilson Jutsiñamuy, irán dando a luz a una historia de muertes, narcotráfico, políticos y empresarios corruptos.
“La novela negra generalmente se hace con detectives, pero a mí siempre me pareció que, por lo menos en Colombia, ellos no eran los héroes, no era creíble esto. Entonces, por eso decidí cambiarlo por periodistas. Y sí, quiero usarlos (a los personajes de nuevo), yo una vez me sentí muy valiente y anuncié que quería hacer una trilogía, entonces digamos que me faltaría todavía una novela y bueno vamos a ver, estoy mirando un poco las cosas, tengo algunas ideas, estoy mirando lo que está pasando en Colombia, que como sabes acaba de vivir un gran cambio”, dijo Gamboa en relación al Gobierno de Gustavo Petro, quien hace una semana asumió la Presidencia de Colombia.
Al profundizar sobre el cambio de rumbo que se avizora, compartió que “Colombia en el Gobierno popular que empezó con Gustavo Petro por primera vez es como si se mirara al espejo y viera que es muy diversa, que tiene afros, tiene indígenas, tiene campesinos”.
“Colombia es un país de muchos colores y de muchas tradiciones porque cuando uno miraba los retratos de la política colombiana lo único que veía eran las élites blancas de las ciudades, que también forman parte de Colombia, que no se trata de llevarlas al exilio estas élites, pero sí de verlas en el contexto de lo que es todo el país. Y eso está en el corazón de la propuesta política de Petro, una atención a las regiones. Las élites blancas colombianas, capitalinas y de ciudad, pero también unas élites rurales que se han apoderado de la tierra, pues ellos son los que han estado manejando el país durante 200 años y son 300 familias. Es decir, es un porcentaje muy pequeño de la población y muy grande el que estuvo esperando años y años una oportunidad”, expresó.
En la plática, Gamboa también señaló cómo el proceso de paz anunciado por Petro y lo que él llama la política del amor, “que es la política contraria a la guerra” implica una voluntad institucional nueva de meterse de lleno en este proceso de paz, “de proteger la justicia, porque el problema de todo proceso de paz es la justicia”.
“Yo sí creo que ese va a ser el camino de Petro y que eso va realmente a cambiar el país y va entrar Colombia en la modernidad. Colombia tiene necesariamente que entrar en el siglo XXI y para eso yo creo que los puntos centrales del Gobierno de Petro son fundamentales, es decir el proceso de paz, la equidad y la igualdad con la mujer, y eso lo vimos desde el principio con la Vicepresidenta Francia Márquez y por su puesto ahora mismo con su gabinete, es un gabinete prácticamente de 100 por ciento de igualdad de género”, ahondó.
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—En Colombian Psycho retratas con el pulso de un thriller una historia que atrapa desde el principio, en la cual hay un poco de todos los males que afectan a Colombia: la violencia en todas sus diferentes variantes y la corrupción, ¿hasta qué punto es un espejo de la Colombia actual?
—En Colombian Psycho hay una especie de gran retrato con una serie de problemas que tienen que ver con el momento presente. Una novela negra tiene la ventaja de que le permite a uno hacer una radiografía, como una fotografía, del presente. Entonces, pues sí están todos los grandes males que han aquejado a la población y a la sociedad colombiana en los últimos años y que tienen que ver con la corrupción, con la violencia, con la trampa, con la mentira, pero también me gustaba a mí, en la novela, pues mostrar un poco la vida de la sociedad en la que en el fondo la mayoría de la gente es buena; es decir, la mayoría de la gente se levanta temprano, va a trabajar, pagan sus impuestos, pagan sus facturas, respetan la Ley, viven con una cierta resignación algunos, otros con cierta mística, pero hacen las cosas bien, lo que pasa, claro, es que los malos son menos, pero hacen más ruido y esto pasa un poco en todos los países de América Latina, en general es una constante en cualquier sociedad.
A mí me gusta en la novela ver cómo la gente de bien está sometida a estas trampas, a estas mentiras, a la violencia, a la crueldad por momentos también, como suele pasar en un país como Colombia y seguramente también en México porque compartimos muchísimos de los problemas, y México y Colombia comparten cosas bellísimas como la cultura, la Literatura, la música, pero desafortunadamente también comparten una de las peores plagas de la época contemporánea que es el narcotráfico.
Un poco eso era lo que yo quería mirar en una novela, poner a funcionar un poco todos esos personajes diferentes porque en la realidad las cosas ocurren de forma simultánea, entonces hay una cierta percepción como de caos, pero una novela ordena, ordena el caos, aparentemente, y da al lector una noción de orden y por lo tanto de comprensión. Eso es lo que a mí me gusta hacer en mis novelas, que yo llamo de realismo social, pero que, claro, en este caso es una novela negra.
—Recuperas a los personajes de Será larga la noche y tengo entendido que les darás vida en una entrega más, ¿los personajes adecuados personifican a esa Colombia que busca sacudirse a sus fantasmas?
—Para un tipo de libro como éste, lo más importante son los personajes, pero sobre todo, en este caso, protagonistas que sean periodistas. Si Colombia tiene una característica es que las grandes investigaciones judiciales, políticas, de corrupción, los grandes escándalos, no han sido presentados, ni descubiertos, ni por la Fiscalía ni por la Policía sino por la prensa.
Los periodistas son los verdaderos héroes de estas sociedades porque el periodista cuando lo vienen a matar los malos, el periodista no tiene una pistola, el periodista no tiene entrenamiento militar, el periodista no sabe defenderse de una acción violenta, entonces no es como un detective, el detective es un policía civil, que tiene un arma en la cintura y se sabe defender. El periodista no, por eso al periodista lo matan tan fácilmente y de eso sabemos mucho en México y en Colombia también.
En el caso de mi novela es una mujer (Julieta Lezama) que tiene una colaboradora (Johana Triviño) y al mismo tiempo tienen un aliado, que es un Fiscal (Edilson Jutsiñamuy) de origen indígena, que no representa la totalidad de la Fiscalía, que por momentos ha sido una de las instituciones más corruptas, pero que es una institución tan grande que ni puede ser toda perfecta, ni puede ser toda corrupta y siempre hay algunos elementos especiales como es el caso del personaje de mi novela, que además por su origen indígena y por ser un personaje solitario, pues tiene una especie de mística hacia hacer las cosas bien y hacia mejorar un poco el mundo en el que vive.
La novela negra generalmente se hace con detectives, pero a mí siempre me pareció que, por lo menos en Colombia, ellos no eran los héroes, no era creíble esto. Entonces, por eso decidí cambiarlo por periodistas. Y sí, quiero usarlos (a los personajes de nuevo), yo una vez me sentí muy valiente y anuncié que quería hacer una trilogía, entonces digamos que me faltaría todavía una novela y bueno vamos a ver, estoy mirando un poco las cosas, tengo algunas ideas, estoy mirando lo que está pasando en Colombia, que como sabes acaba de vivir un gran cambio, así que bueno ahí estamos en esa situación.
—Antes de hablar del Gobierno de Gustavo Petro, podrías hablarme de tu incursión como un personaje más en esta novela, ¿cómo y por qué decides dar este salto a tus propias páginas, de qué manera te permite alimentar tu historia este recurso?
—A mí la novela negra me interesa, pero me interesa más como novela que como novela negra. Es decir, como espacio de reflexión de la propia Literatura y fíjate que la Literatura ha tenido muchísimo progreso y desarrollo a través de la reflexión que se ha dado. La novela negra como una especie de satélite de la novela ha tenido bastante menos, esta movilidad, esta reflexión sobre sí misma y por lo tanto sigue, para mi gusto, a veces demasiado encasillada en antiguos formatos. A mí me gusta mucho la novela negra muy literaria de autores como Patricia Highsmith, como Leonardo Padura o como Elmer Mendoza, que me parece que hace un trabajo de lenguaje primoroso, que sus novelas, que son trepidantes, que son maravillosas, son sobre todo grandes novelas, antes de ser grandes novelas negras.
Ese es un poco el camino que yo quiero hacer dentro de este género y precisamente una de las cosas que me pareció interesante como una novedad era incluir al autor como un personaje, que eso es algo que se hace sobre todo en las novelas comunes y corrientes no en las novelas negras y que de algún modo, algunas personas han llamado autoficción. Yo pensaba que eso le daba un toque de realismo especial al libro y que además permitía como un juego de reconocimiento con los lectores de los libros anteriores. Uno de los placeres de la lectura es el reconocimiento, bueno en general del arte, y los nuevos lectores que leen un libro mío por primera vez no van a percibir este detalle, pero es como un pequeño premio para los lectores de antes, a los lectores fieles, que van a encontrar muchos elementos de los libros anteriores ya además al autor.
—Mucho de lo que planteas toca sin duda temas de los que habló el Presidente Gustavo Petro el domingo pasado, ¿crees que la ruta que está trazando el Presidente para esta paz que tanto han buscado los colombianos es la adecuada?
—Yo creo que sí porque consiste en resucitar el proceso de paz que el Gobierno que acaba de terminar pues prácticamente le puso palos en las ruedas, lo detuvo al máximo, le quitó la financiación; utilizó la financiación para otras cosas, inclusive se robaron una parte del dinero, con lo cual digamos que es un proceso que no ha comenzado todavía con los motores encendidos. Ha funcionado como remando, pedaleando, pero, verdaderamente, en el proceso de paz del Presidente Juan Manuel Santos con las FARC del 2016 el porcentaje de realización es muy pequeño y yo creo que con Petro se van a ir muy rápidamente.
Haber firmado un proceso de paz no trae la paz. El proceso de paz es como un mapa que hay que recorrer y la sociedad colombiana todavía no lo ha recorrido en su totalidad, ni siquiera en un 50 por ciento yo creo que se ha recorrido un 15 por ciento.
Durante la época del Presidente Duque hubo un tremendo debate porque una parte importante de la política colombiana estaba en contra. Generalmente en todos los procesos de paz hay gente que está en contra a pesar de que un proceso de paz suele ser beneficioso para una sociedad. Siempre hay quién está en contra porque al final y al cabo consiste en perdonar que es la cosa más complicada y difícil que hay. Las víctimas y victimarios tienen que encontrarse y lo más difícil es perdonar porque el perdón no puede ser impuesto, el perdón es como el amor, nadie puede obligar a otra persona a querer, lo mismo perdonar, nace profundamente del interior de cada uno.
Petro está convencido de seguir el mismo camino de encender los motores de verdad. Fue el primer punto de su discurso. El proceso de paz y lo que él llama la política del amor, que es la política contraria a la guerra. Entonces, con paz y amor estamos claramente hablando de una voluntad institucional nueva de meterse de cabeza en el proceso de paz, de proteger la justicia, porque el problema de todo proceso de paz es la justicia.
Yo sí creo que ese va a ser el camino de Petro y que eso va realmente a cambiar el país y va entrar Colombia en la modernidad. Colombia tiene necesariamente que entrar en el siglo XXI y para eso yo creo que los puntos centrales del Gobierno de Petro son fundamentales, es decir el proceso de paz, la equidad y la igualdad con la mujer, y eso lo vimos desde el principio con la Vicepresidenta Francia Márquez y por su puesto ahora mismo con su gabinete, es un gabinete prácticamente de 100 por ciento de igualdad de género, pero no sólo eso.
También Colombia en el Gobierno popular que empezó con Gustavo Petro por primera vez es como si se mirara al espejo y viera que Colombia es muy diversa, que Colombia tiene afros, tiene indígenas, tiene campesinos. Colombia es un país de muchos colores y de muchas tradiciones porque cuando uno miraba los retratos de la política colombiana lo único que veía eran las élites blancas de las ciudades, que también forman parte de Colombia, que no se trata de llevarlas al exilio estas élites, pero sí de verlas en el contexto de lo que es todo el país. Y eso está en el corazón de la propuesta política de Petro, una atención a las regiones. Las élites blancas colombianas, capitalinas y de ciudad, pero también unas élites rurales que se han apoderado de la tierra, pues ellos son los que han estado manejando el país durante 200 años y son 300 familias. Es decir, es un porcentaje muy pequeño de la población y muy grande el que estuvo esperando años y años una oportunidad.
Él representa esta especie de segunda ola de gobiernos de izquierda, digamos ya no es la primera ola de Venezuela, Cuba, Nicaragua, sino es una segunda ola con el caso de Chile, Uruguay, Argentina, incluso Perú, aunque Perú es un caso un poco diferente, y por supuesto México que ya tiene unos años por esa vía, y bueno Petro tiene un proyecto lationamericano, en su discurso de posesión lo hizo saber y él quiere ser un líder lationamericano también. En Brasil, probablemente se incorpore Lula y entonces yo creo que puede haber algo interesante porque son gobiernos alejados de ese viejo socialismo del siglo XX, confiscatorio, autoritario, antidemocrático y es más bien es una socialdemocracia con protección social, pero con capitalismo, entonces es interesante.
—El propio Petro habló de un tema que acá en México se ha insistido mucho, la necesidad de entender el fracaso de la guerra contra el narcotráfico, en tu novela incluso hay una parte, una escena del crimen cuyas características llevan a pensar en los cárteles mexicanos, ¿por qué crees que se mantiene este lucha si en Latinoamérica no nos hemos beneficiado de nada?
—Petro tiene toda la razón, inclusive el Presidente Santos también en su momento dejó claro que la lucha contra el narcotráfico era una lucha perdida porque el narcotráfico no ha hecho más que crecer. En la medida en la que se lucha contra él sigue creciendo.
La idea de que la lucha produce más violencia, corrupción, deterioro social y que eso es peor que las propias maldades del mismo narcotráfico y del uso de drogas pues eso ya viene recorriendo un camino hace rato, el problema es que los principales consumidores que son los países ricos que son Estados Unidos y Europa, en realidad no es que sean los principales consumidores, sino que son los que la consumen pagándola más cara, eso hace que sean principales, en el fondo se consume en todas partes, pero allá la pagan carísima, entonces eso es lo que le da dinero a esas mafias.
En el caso de Estados Unidos, ustedes en México lo ven claramente. México pasó de ser un intermediario en el negocio de la cocaína a ser prácticamente el dueño de todo el negocio ahora. La cocaína dentro de Colombia ya es mexicana. Eso demuestra muchas cosas, una de ellas es que el capitalismo mexicano es muchísimo más fuerte que el colombiano incluso cuando es ilegal.
Estados Unidos tiene una doble mirada con respecto a problemas muy grandes. El narcotráfico, las drogas y las armas. Cuando se habla de drogas el culpable para ellos es el que las produce y la víctima es las que las usa, que son ellos, sin embargo, si llevamos el mismo discurso a las armas, es exactamente al revés, el culpable no es el que las produce. ¿Por qué? Porque son ellos los que las producen, el culpable es el que la usa, que somos nosotros, a quienes ellos las venden o los miles de conflictos que hay en el mundo.
Es un problema muy difícil porque va mucho más allá de la lógica, claro que hay reconocer que la lucha contra el narcotráfico es una lucha perdida, pero es que luchar contra el narcotráfico hace que agencias de los Estados Unidos sean poderosísimas, la DEA por ejemplo, si no hubiera lucha contra el narcotráfico la DEA sería una oficina pequeñita del FBI, adscrita, en cambio no, ellos no quieren que se acaba, es más yo creo que en su profundo fuero interno tampoco quieren que se acabe el narcotráfico porque entonces se les acaban los aviones, se les acaban los presupuestos gigantescos, se les acaba todo. Es difícil, pero es que los muertos están sobre todo en América Latina. Ahí también Petro está expresando un anhelo de liderazgo regional desde el país productor más importante.